DATOS GENERALES
Origen
Si bien es posible que los efectos psicológicos del opio ya fueran conocidos por los antiguos sumerios, la primera referencia indudable al jugo de amapola se encuentra en los escritos de Teofrasto en el siglo III a.C. Los médicos árabes eran muy versados en el uso del opio que se disemina por todos los territorios dominados por el Islam en pastillas que a veces llevaban impreso el sello mash Allah (presente de Dios). En Roma el opio fue ampliamente utilizado y era, junto con la harina, un bien de precio controlado con el que no se permitía especular. Los mercaderes árabes introdujeron el compuesto en Oriente donde se utilizó principalmente para el control de la disentería.
Se le atribuye a Paracelso haber popularizado nuevamente el empleo del opio en Europa, ya que había caído en desuso debido a su toxicidad. En el siglo XVIII fumar opio se hizo popular en Oriente. En Europa, la fácil disponibilidad del mismo llevó a cierto grado de abuso, pero el problema nunca llegó a ser tan prevaleciente ni tan destructor de la sociedad como el abuso del alcohol.
Etimología
La palabra opio deriva del nombre griego opion para "jugo", ya que el compuesto se obtenía del jugo de amapolas.
QUÍMICA
Identificación
Puede presentarse como una resina color marrón oscuro o como una piedra negra y quebradiza.
La consistencia varía según el tiempo de exposición al aire y los procesos de refinación.
Imagen tomada de un "Manual de primeros auxilios"
Composición
El opio es el jugo de las cápsulas de adormidera. Éstas se ponen a gotear en sacos de yute colgados a la sombra, el líquido resultante se amasa y se divide en "bolas de opio" de 300 gm aproximadamente.
El opio, contiene más de 20 alcaloides diferentes, entre los principales se encuentran papaverina, tabaína, morfina y noscapina.
Formas de adulteración
Debido a la ausencia de controles de calidad, en el mercado negro el opio puede mezclarse con goma arábiga, quinina, lactosa, y substancias similares. También puede contaminarse con bacterias, virus, hongos o partículas.
FARMACOLOGÍA
Mecanismo de acción y formas de empleo
A través de la historia, este psicoactivo ha sido administrado de diversas maneras. Los polvos y las preparaciones de opio con alcohol (láudanos y tinturas) se ingieren por vía oral. Cuando el opio se presenta en forma de piedra, ésta se desmorona y se fuma en una pipa convencional en cuyo fondo se asienta un poco de tabaco o marihuana para facilitar la consumación. Cuando se adquiere en bruto, el opio debe refinarse para transformarse en chandoo antes de ser fumado. En forma casera esta operación puede realizarse disolviendo el opio en agua destilada. El agua se hierve y se filtra. El proceso se repite tres veces hasta que la masa adquiere una consistencia de jarabe. Éste se vierte en una cazoleta de barro semiesférica, provista de un cañón que se adapta a un tubo de unos cuarenta centímetros de largo que es la pipa.
Los efectos del opio comienzan entre los 15 y los 30 minutos después de su ingestión o entre los 3 y los 5 minutos después de ser fumado y duran entre 4 y 5 horas. Al llegar al cerebro, los alcaloides del opio ocupan los receptores específicos de ciertos neurotransmisores genéricamente llamados endorfinas que se producen de forma natural dentro del cerebro humano. La mayoría de ellos actúan como agonistas fijándose a las tres categorías de receptores de opioides descubiertas hasta ahora en el SNC y que se designan con las letras griegas mu, kappa y delta. Los efectos analgésicos y antiestresantes que normalmente producen las endorfinas se ven incrementados en presencia de los alcaloides del opio.
Usos terapéuticos
Los médicos griegos preparaban triacas con distintos contenidos de opio. A partir de la Edad Media, los antiguos boticarios confeccionan diversos alcoholatos e hidrolatos, fármacos que se obtenían al destilar ciertas plantas con vapor de alcohol o con vapor de agua. Los alcoholatos están subdivididos en alcoholaturas y tinturas. Las primeras se preparan con plantas frescas y las segundas con plantas secas. Se les utiliza como analgésicos generales, como remedios para el insomnio, contracciones uterinas y trastornos gástricos. Los llamados polvos de Dover (que contienen hasta un 95% de opio) y la tintura de opio (5 g de extracto de opio diluidos en 95 g de alcohol) fueron bastante populares hasta que en 1660 Thomas Sydenham, considerado el Hipócrates de Inglaterra, inventa el láudano que lleva su apellido y populariza la siguiente receta: "Tómese vino de España, 1 libra; opio, 2 onzas; azafrán, una onza; canela y clavo en polvo, de cada uno un poco; hágase cocer todo esto a fuego lento, al baño maría, durante dos o tres días, hasta que el líquido tenga la consistencia necesaria; fíltrese luego y guárdese para hacer uso." (4) Sydenham escribía en 1680: "De entre todos los remedios a que Dios Todopoderoso le ha complacido dar al hombre para aliviar los sufrimientos, no hay ninguno que sea tan universal y tan eficaz como el opio". (22)
En el curso de los siglos posteriores la admiración de la clase médica ante los efectos analgésicos del opio y de sus derivados se fue moderando al conocerse su toxicidad y su capacidad para ocasionar dependencia física. El conocimiento de estos efectos secundarios considerados indeseables, aunado a la falta de otros tipos de drogas capaces de ejercer una acción analgésica tan potente, estimularon una gran actividad de investigación científica para descubrir opiáceos sintéticos que tuvieran las propiedades positivas de este fármaco natural pero sin sus características negativas.
Dosificación
Las dosis bajas de opio fluctúan entre 500 mg y un 1 g; las medias entre 2 y 3 g; las altas entre 4 y 5 g. La dosis letal en sujetos sin tolerancia se calcula en 10 g.
Efectos psicológicos y fisiológicos
Para Jean-Louis Brau la iniciación al opio no fue muy agradable:
Obtuve los mismos resultados en mis dos primeras experiencias: náuseas, vómitos, dolor de cabeza seguido de sueño pesado, y al día siguiente un despertar desagradable... Según opinión de los grandes fumadores, hay que saber superar el estado preliminar, acostumbrar el organismo a la droga a fin de poder saborear los beneficios del "ídolo negro"... Jean Cocteau aconsejaba acercarse al opio como "conviene acercarse a las fieras: sin miedo", y sostenía que el mayor peligro estaba en fumar "contra un desequilibrio". En verdad el opio es una de las drogas menos peligrosas. (4)
En la obra The secrets of the mind-altering plants of Mexico, un consumidor anónimo relata:
Si voy a transmitir las sensación producida por el opio, la describiré en términos de una experiencia con la que otros estén familiarizados. Imagínate a ti mismo en el campo o en los pastizales en una tarde calurosa y relajada de verano. Por el momento, estás descansando a la sombra, y te concentras en nada que no sea el zumbido de un avión, lejos, arriba lejos de ti. Ocasionalmente, este sonido es interrumpido por el sonido distante de pájaros e insectos. Tú estás relajado y complacido, y los monótonos sonidos y el clima caliente te producen efectos hipnóticos.
No deseas moverte de donde estás; ni siquiera deseas pensar. Así es el opio. La sensación es bastante similar. Si tienes hambre, olvidas que tienes hambre. Si estás deprimido, tu depresión se transforma en una complacencia tranquila. Después de tomar opio entras y sales de un ensueño. No te duermes, pero de ninguna manera estás cabalmente despierto. Es como si estuvieras suspendido en una suerte de "zona intermedia" ["twilight zone"] entre el sueño y la vigilia. Nada importa, y todo está bien. (13)
Estas experiencias coinciden bastante con el estereotipo del consumidor pasivo de los fumaderos cinematográficos, sin embargo, en sus célebres Confesiones de un opiómano inglés, Thomas de Quincey dice que el opio (que consumía en forma de tintura) no lo llevaba a buscar la soledad "y mucho menos la inactividad, o el estado de torpeza y autoinvolución atribuido a los turcos." Al comparar al alcohol con el opio, sostiene que:
El placer causado por el vino va siempre en asenso y tiende a una crisis, tras la cual desciende; el del opio, una vez generado, se mantiene estacionario durante ocho o diez horas [...]
Pero la distinción fundamental radica en que mientras el vino desordena las facultades mentales, el opio, por el contrario -si se toma en forma adecuada-, introduce en ellas el más exquisito orden, legislación y armonía. El vino le roba al hombre la autoposesión; el opio la refuerza enormemente. El vino turba y nubla el juicio y da un brillo preternatural y una exaltación vívida a las admiraciones y los desprecios, los amores y los odios del bebedor; el opio, por el contrario, los aquieta y restablece el juicio [...] la expansión de sentimientos más benignos propia del opio no es ningún efecto febril, sino una sana restauración de ese estado que la mente debería recobrar naturalmente con la eliminación de cualquier irritación profunda y del dolor que la hubiese turbado enfrentándose a los impulsos de un corazón originalmente justo y bueno [...] En suma, por decirlo en una palabra, el hombre ebrio está y siente estar en una condición que da la supremacía a la parte meramente humana, y con frecuencia a la parte brutal, de su naturaleza, mientras que el que toma opio siente que la parte más divina de su naturaleza es la que manda; es decir, que los efectos morales se encuentran en un estado de serenidad sin nubes, y la gran luz del intelecto majestuoso domina todo. (19)
A nivel físico, el opio provoca una disminución de la temperatura y el ritmo de funcionamiento corporal, contracción de las pupilas y estreñimiento. El consumo inmoderado ocasiona mala asimilación de los alimentos, trastornos digestivos e insuficiencia hepática; y en casos graves de abuso reiterado: insuficiencia respiratoria, congestión pulmonar, asma o angina de pecho. No existe ningún reporte sobre posibles daños genéticos en bebés cuyos padres consumen opio habitualmente.
Potencial de dependencia
El opio provoca tolerancia y dependencia física y psíquica (ir al apartado de ¿Qué es una droga psicoactiva? para consultar información detallada al respecto de los receptrores cerebrales de los opiáceos y la forma en que ocasionan la dependencia física). Un síndrome de abstinencia leve puede surgir hasta con 15 y 30 mg diarios administrados durante dos o tres meses. Sus síntomas se presentan entre las 48 y las 72 horas posteriores al retiro; se caracterizan por ansiedad, inquietud, irritabilidad, lagrimeo, dolores articulares, insomnio, transpiración excesiva, dilatación de pupilas, escalofrío, diarrea y calambres musculares. Estos síntomas se experimentan alrededor de una semana. La Fundación para la Investigación del Alcoholismo y la Drogadicción de Toronto Canadá informa que de cualquier manera, el síndrome de abstinencia provocado por los opiacos es mucho menos peligroso que el síndrome de abstinencia generado por el alcohol y los barbitúricos. (18)
¿Qué hacer en caso de emergencia?
Un connotado usuario de drogas afirma que para combatir la depresión del sistema respiratorio provocada por una dosis excesiva de cualquier opiáceo, la cafeína, la anfetamina y la cocaína son buenos remedios inmediatos (9). De acuerdo a fuentes médicas, el mejor tratamiento de la sobredosificación o sospecha de sobredosificación es la naloxona (Narcan®) que funciona como antagonista de los opiáceos, en dosis de 0.4 mg por vía intravenosa. Si se ha tomado una sobredosis los resultados son espectaculares y ocurren a los dos minutos. (16)
HECHOS INTERESANTES
Régimen legal actual
El opio es una substancia prohibida, perteneciente a la Lista I. En la práctica esto significa que no hay autorización alguna para comercializar el opio con fines recreativos. Lo único que se autoriza después de estrictos y burocráticos trámites es la producción de algunos de sus alcaloides destinados a cubrir "necesidades médicas legítimas".
La época de los elíxires y las panaceas
Hasta principios del siglo XIX uno de los sistemas de venta favoritos era el correo, había una cantidad enorme de farmacéuticos, médicos y charlatanes que fabricaban preparados a base de alcohol, cocaína, opio, sus derivados y varias sustancias psicoactivas más. Bálsamos, tónicos, elíxires, ungüentos y polvos con mayores o menores proporciones inundan las droguerías. Las cuentas farmacéuticas de Goethe, Novalis, Goya, Coleridge, Shelley, Byron, Wordsworth, Keats y Walter Scott muestran un consumo regular de láudano. Se supone que Goya y Walter Scott llegaron a tomar 800 gotas diarias de láudano, cantidad letal para más de una persona sin tolerancia. (9) Otros ilustres usuarios de la droga fueron Edgar Alan Poe, Pedro el Grande, Catalina de Rusia, Federico II de Prusia, María Teresa de Austria, Luis XV de Francia, Guillermo II de Inglaterra, así como las casas reales de Suecia y Dinamarca.
Las guerras del opio
Los chinos sólo habían utilizado la adormidera con fines medicinales, pero en el siglo XVI los árabes les transmitieron el arte de escarificar las cápsulas de amapola y con ello, el uso recreativo del opio. La costumbre se volvió tan popular que las grandes importaciones de adormidera terminarían desequilibrando las prósperas finanzas chinas por primera vez en su historia. En 1729 el emperador Yong-Tcheng promulga un edicto prohibiendo la importación del opio.
El jugo de adormidera se introduce entonces clandestinamente, primero financiado por los portugueses y a partir de 1773 gracias a la East India, compañía inglesa que tiene el monopolio exclusivo sobre las plantaciones hindúes e incrementa considerablemente el tráfico. Pese a un segundo edicto que en 1796 aplica la pena capital a contrabandistas y dueños de fumaderos, la cantidad de opio contrabandeado asciende a una tonelada y media.
Comprobando que era imposible impedir la entrada ilegal del psicoactivo, el emperador opta por negociar con los ingleses pactando que la cuantía de las importaciones de opio habrá de ser compensada con los ingresos de la exportación de té. La monarquía inglesa no hace gran caso de los acuerdos.
Jean-Louis Brau relata en su Historia de las drogas (4) que el opio de contrabando era trocado a lo largo de las costas chinas por lingotes de oro o de plata y obras de arte antiguas, ya que éstas empezaban a estar en boga en Europa.
Entre los principales traficantes está James Mathelson, un médico de la East India. Ante el inagotable mercado, decide asociarse con Jardine, un barón escocés que encubre el negocio desempeñando el cargo de Cónsul de Dinamarca en Macao.
Jardine, como todo un genio comercial, defiende las ventajas de la prohibición sobre la legalización y logra que el negocio prospere incluyendo a Sir H. Palmerston, entonces Ministro de Asuntos Exteriores. Utilizando las sociedades secretas chinas como intermediarias, pronto establecen amplias redes de distribución.
Para 1820, cuando la pena se extiende a los consumidores, el contrabando asciende a unas setecientas cincuenta toneladas, por lo que el emperador y sus consejeros (no pocos de ellos aficionados al opio) se reúnen para tomar alguna decisión. Un grupo de la corte encabezado por el Ministro del Consejo Privado, propone legalizar nuevamente el uso y cultivar adormidera como solución inmediata; otro grupo lidereado por el mandarín Lin Tseth-su presenta un largo alegato condenando la sugerencia y proponiendo mano dura para terminar con el problema. Lin convence al emperador y logra que lo nombren Alto Comisionado Imperial con poderes extraordinarios.
Toda vez que analiza la situación, Lin comprueba que la prohibición ha ocasionado graves casos de corrupción entre la burocracia civil y militar. Intentando poner remedio a la situación, envía a nombre del emperador una carta dirigida a la reina Victoria con argumentos morales sobre los estragos del consumo entre la población.
Según relata Escohotado en su propia Historia de las drogas, la carta se recibe con asombro en la corte inglesa ya que calculando la relación entre habitantes, Inglaterra consume bastante más opio que China. La noticia de que esta panacea en Europa, constituye un infierno en China, conmociona al reina, quien transmite la misiva a la Cámara de los Comunes.
La Cámara, en una moción aprobada por mayoría absoluta, asegura que resulta "inoportuno abandonar una fuente de ingresos tan importante como el monopolio de la East India en materia de opio." (9)
Ante el nulo éxito obtenido, el comisionado continúa pues con su plan de imponer mano dura al contrabando y confisca unas veinte mil cajas de opio, escribe una oda al dios del mar disculpándose por lo que está a punto de hacer y ordena que arrojen las aguas más de una tonelada de la substancia infernal. Inmediatamente, Inglaterra declara la guerra fundando su declaración en «un intolerable atentado contra la libertad de comercio». Mientras los ingleses envían a su cuerpo expedicionario, los chinos, organizan un concurso entre treinta letrados, cuyo tema es la redacción en verso de un parte de victoria. El ganador del concurso sería designado general de Ning -Poi.
Así las cosas, el emperador vencido suscribe en 1843 el Tratado de Nankin. Las cláusulas acordadas fueron: la apertura al libre comercio de cinco puertos, una indemnización de 21 millones de dólares y la cesión a Inglaterra de Hong-Kong y Amoy. El opio, por deseo expreso de los ingleses, continúa bajo prohibición. Mathelson comenta por escrito a sus socios londinenses: "El mercado padecía una verdadera inundación del producto; la tontería de Lin aumentará los beneficios." (9)
Veinte años después, cuando el tráfico inglés de opio a China supera las dos mil toneladas, hay otro incidente debido a que la autoridad de Cantón se niega a pagar ciertas deudas a los ingleses; aprovechando el asesinato de un misionero, Francia forma una coalición con Inglaterra para atacar nuevamente el territorio chino. Tras una guerra mucho más breve, se firma el Tratado de Tietsing en 1857. Los ganadores imponen ahora otra serie de derechos comerciales y de tránsito, libertad completa para las labores de las misiones cristianas y la legalización de las importaciones de opio a cambio de un impuesto del 5%. "La opiómana emperatriz Tse-uhi, firmante del tratado, recomienda oficiosamente seguir resistiendo a los misioneros." (9)
Un fumadero chino de opio en el siglo XIX según Julio Verne
Situada en el ambiente internacional de 1872, La vuelta al mundo en ochenta días, una de las obras más famosas del clásico Julio verne, describe un fumadero de opio en Hong Kong, territorio chino en aquel entonces.
Dos de los personajes secundarios de la historia, Passepartout (el criado francés del acaudalado londinense Philleas Fog quien ha aceptado la apuesta de dar la vuelta alrededor del globo terráqueo en un plazo de 80 días), y Fix (un detective que cree que el jefe del francés es un ladrón), buscan un bar para tomar una copa y charlar, pero entran a un fumadero. Julio Verne aprovecha este escenario para verter sus opiniones en torno al opio, sus usuarios y la cuestión chino-inglesa en relación a esta droga:
Fix y Passepartout se dieron cuenta que habían entrado en un fumadero, frecuentado por esos miserables, embrutecidos y degenerados a los que la mercantil Inglaterra vende esa funesta droga del opio por un importe anual de doscientos sesenta millones de francos. Tristes millones esos obtenidos de la explotación de uno de los más terribles vicios de la naturaleza humana. El gobierno chino ha tratado inútilmente de oponerse a tal abuso por medio de leyes severas. Inicialmente reservadop a la clase rica, el uso del opio ha descendido a las clases pobres y sus estragos se han hecho incontenibles. Se fuma opio en todas partes, en China; hombres y mujeres se dan por igual a tan deplorable pasión, y cuando ya se hallan acostumbrados a sus inhalaciones no pueden prescindir del opio sin sufrir horribles contracciones estomacales. Un gran fumador puede fumar hasta ocho pipas diarias, pero se muere en cinco años. (24)
El opio según la Enciclopedia Británica
En 1911 la octava edición de la Enciclopedia Británica, contiene una completa guía sobre cómo se adquiere, como funciona y como se cuida una pipa de opio: "Tal como puede decirse sobre las conflictivas declaraciones al respecto", dice la Británica esquematizando docenas de informes oficiales farmacológicos y de la Comisión Internacional del Opio, "el fumar opio puede considerarse como algo muy parecido al uso de estimulantes alcohólicos. Para la gran mayoría de fumadores que usan opio con moderación, parece que éste actúa como un estimulante que les permite soportar una gran fatiga y aguantar un tiempo considerable sin, o con muy poco, alimento. Según los informes sobre este tema, si el fumador efectúa mucho trabajo activo, parece que el opio no es más pernicioso que el tabaco. Cuando se toma en exceso, se convierte en un hábito arraigado; pero esto sucede principalmente con individuos de poca fuerza de voluntad, que sucumbirían igualmente ante bebidas intoxicantes, y prácticamente imbéciles morales, a menudo adictos a otras formas de depravación." (18)
Los chinos y la prohibición del opio en la Unión Americana
Los Estados Unidos toleran el opio durante toda la época colonial y el primer siglo de vida independiente, sin embargo éste cae en descrédito cuando se le relaciona con la gran masa de obreros chinos que trabaja en la construcción de la vía férrea que comunicaría al Este con el Oeste. El rechazo hacia la mano de obra barata china, se expresa en la condena al hábito de fumar opio, argumentando que "socava la tradicional forma de vida del país". (9)
En 1875 La alcaldía de San Francisco publica un bando prohibiendo fumar opio en fumaderos. Dos años después, el Congreso californiano promulga un precepto que prohibe la importación de opio por parte de chinos y en 1890 el Congreso Federal aprueba una ley que limita a ciudadanos americanos la elaboración de opio para fumar. Teniendo en cuenta que la mayoría de los anglosajones consumen el opio por vía oral y que la costumbre de los chinos es fumarlo, los motivos sólo pueden entenderse dictados por el deseo de recortar los derechos civiles de una minoría. Así lo entienden los principales historiadores del asunto en sus orígenes, como Brau (4) y Escohotado (9), quienes invariablemente ligan el movimiento antichino a la competencia, industriosidad y disciplina laboral de este pueblo.
En vista de que el opio continúa consumiéndose clandestinamente, el gobierno estadounidense organiza una conferencia en Shanghai para "ayudar a China en su batalla contra el opio". Asisten 13 países. Turquía, el primer productor, no va, y Persia envía como delegado a un mercader de opio. Estados Unidos propone controlar el fármaco, Inglaterra se opone mientras el resto de los delegados europeos no logran entender que el más antiguo y extendido remedio para tantas afecciones fuese "maligno e inmoral". La delegación estadounidense condiciona entonces la reducción de los gastos del servicio de aduanas a la firma de un acuerdo que insta a los gobiernos a que tomen medidas para la gradual supresión del opio fumado y a que las naciones no exporten adormidera y opio a naciones cuyas leyes prohiben la importación.
Como la mayoría de los países hacen caso omiso a las recomendaciones y los Estados Unidos continúan teniendo problemas con los inmigrantes chinos, en 1906, a través de la Chinese Exclusion Act, el Congreso deja de pretextar hábitos farmacológicos y excluye de plano la mano de obra china. Por toda respuesta, China decreta un embargo sobre los bienes estadounidenses en su territorio, de tales proporciones, que ellos mismos lo califican como "el mayor desastre comercial padecido nunca por América". (9)