DATOS GENERALES
Origen
El litio es un elemento químico de la Tabla Periódica que en el organismo humano se encuentra a unas concentraciones séricas del orden de 10 a 40 mcg/l.
El litio se utilizó como remedio para diferentes enfermedades, hasta que se asentó como agente farmacológico para el trastorno bipolar, también conocido como psicosis maniaco-depresiva, cuyas víctimas alternan estados extremos de euforia (o manía) y depresión que les llevan literalmente al cielo y al infirno, del resplandor a las tinieblas, de una exaltación sin límites, a un abatimiento intolerable.
Simund Freud llegó a sacar la enfermedad bipolar del cajón de las psicosis para incluirla en las neurosis narcisistas, porque en sus dos fases se produce una acentuación de las necesidades ligadas al amor propio. Los delirios de grandeza de la fase maniaca se convierten durante la depresión en los reproches característicos de una crisis grave de autoestima. Si en la euforia un individuo puede firmar letras de un piso de lujo, porque se lo merece todo, en la depreseión, como no se merece nada, podría llegar a quitarse la vida. En la euforia las víctimas de este mal se aman; en las depresiones se detestan.
El intervalo libre de síntomas comprendido entre una crisis maniaca y una crisis depresiva recibe el nombre de periodo eutímico. Durante este periodo, la persona puede llevar una vida normal, normalmente utilizando estabilizantes farmacológicos del estado de ánimo como el litio.
La ciclotimia, que es llamada "la hermana pequeña" de la bipolaridad, consiste en la aternancia de crisis de hipomanías (o euforias suaves) con depreseiones de carácter leve, que ocasionalmente también suelen tratarse con cortos periodos de uso de litio.
QUÍMICA
Identificación
Las sales o el carbonato de litio tienen un color blanco y se comercializan en cápsulas y tabletas, bajo diferentes denominaciones por ejemplo: Plenur®, Carbolitium®, Neurolitium®, etc.
Composición
El Litio (Li) es el elemento sólido más liviano de la Tabla Periódica. Fue descubierto en 1817, y ha sido utilizado en varias formulaciones para tratamiento de distintas afecciones humanas por más de 150 años.
Formas de adulteración
Al ser un psicoactivo expendidos en farmacias se encuentra libre de adulteraciones.
FARMACOLOGÍA
Mecanismo de acción y formas de empleo
El Litio como carbonato presenta la mejor tolerancia digestiva por vía oral. Las preparaciones estándares presentan el pico plasmático luego de 1,5-2.0 hs. y las de liberación prolongada lo hacen a las 4.5 hs. aproximadamente. El litio bloquea el desarrollo de hipersensibilidad de los receptores dopaminérgicos, adrenérgicos o colinérgicos. La dificultad para esclarecer su mecanismo de acción puede deberse a que, contrariamente a lo que acontece con los antidepresivos, el litio y otros reguladores del humor no afectan la densidad de los receptores de neurotransmisores. En este sentido, se sabe que el litio es capaz de influir sobre una serie de procesos fisiológicos y muchos de estos efectos se han intentado relacionar con su acción terapéutica o tóxica. Existe la hipótesis de que el litio modifica los niveles absolutos de la Proteína G (PG), que tiene un importante papel en la modulación de señales receptoriales entre los neurotransmisores. Como ya se ha mencionado, el mecanismo directo por el cual el litio actuaría estabilizando a la PG en su forma inactiva es aún desconocido; sin embargo, se cree que modula, de forma alostérica, las vías de neurotransmisión que se encuentren alteradas, respetando las que funcionan normalmente.
Por eso es que para tratar el trastorno bipolar, lo que se persigue es alcanzar y mantener una cierta concentración de litio en la sangre, lo cual se logra tomando litio durante largos periodos en la vida del paciente, en vez de tomarlo sólo ocasionalmente o durante breves periodos, como sucede con otros fármacos. Es por esto que los psiquiatras aconsejan a sus pacientes que no dejen de tomarlo, aunque se sientan mejor, hasta que ellos así lo indiquen.
La vida media de eliminación del litio se encuentra comprendida entre 14 y 30 hs. por lo que alcanza el estado estacionario en alrededor de los cinco días que es cuando se hacen las pruebas sanguíneas necesarias para constatar los niveles sanguíneos que se consideran terapéuticos.
Usos terapéuticos
Sin lugar a dudas el litio es el psicoativo más sencillo que existe en psiquiatría y constituye un hito en el tratamiento de la psicosis maniaco-depresiva. Inicialmente el litio era muy usado para tratar el insomnio, síndromes musculares provocados por tensión, migrañas, ansiedad, angustia, disminución de las facultades intelectuales, agitación, melancolía, fobias y obsesiones.
Hacia 1860 se introdujo su uso para el tratamiento de la "manía gotosa" y hacia fines del siglo XIX se lo consideraba de utilidad para las depresiones recurrentes. Posteriormente, su uso generalizado en bajas dosis en múltiples remedios y aguas minerales, y su uso como sustituto de la sal, condujeron a la aparición de intoxicaciones (hacia los años 1940) que desembocaron en la interrupción del mismo. Pero fue de la mano de John Cade que el litio se introdujo en la psiquiatría moderna, cuando observó sus efectos tranquilizadores en animales y posteriormente lo administró a 10 pacientes maníacos reportando una clara mejoría. Luego, su uso se generalizó en Australia y Europa, habiéndose demorado su aprobación en Estados Unidos hasta 1970 por los casos de envenenamiento reportados treinta años antes.
Actualmente los psiquiatras que no optan por el ácido valproico, prescriben el litio como un tratamiento fundamental tanto en la manía aguda como en la prevención de las recurrencias en cuadros clínicos de trastorno bipolar, también conocido como psicosis maniaco-depresiva y en casos de ciclotimia que es un trastorno bipolar menos grave y generalmente circunstancial.
Dosificación
La dosificación se ajusta con relación a los niveles séricos de la persona a tratar (litemias) que pueden ser expresados en milimoles por litro o miliequivalentes por litro puesto que el litio es un ion monovalente. La litemia se obtiene por fotometría de llama o absorción atómica 12 hs. después de la última toma.
En cuanto a la búsqueda de la dosis se han descripto al menos dos metodologías bien definidas. La primera consiste en suministrar una dosis de prueba de 600 mg y medir la litemia 24 hs. después, obteniendo la dosis diaria utilizando un nomograma. A continuación se detallan las dosis previsibles según el nivel de litemia: Litemia Dosis diaria < 0.05 3600 mg 0.24-0.30 2700 mg 0.24-0.31 1800 mg 0.24-0.32 1200 mg 0.24-0.33 900 mg 0.24-0.34 600 mg > 0.30 utilizar con extrema precaución.
El segundo método consiste en comenzar con una dosis baja (menos de 300 mg tres o dos veces por día) con graduales incrementos de la dosis hasta alcanzar un nivel de litemia apropiado. Los regímenes que utilizan una única dosis nocturna presentan valores de litemia superiores a los de varias tomas divididas en un 10% a un 20%.
Para el tratamiento de la manía aguda es aconsejable un nivel de litemia de 1.0 a 1.2 meq/l, y para la profilaxis de las recurrencias y mantenimiento se recomienda un nivel de 0.8 a 1.0meq/l. "Los pacientes mantenidos en dicho nivel han demostrado menor nivel de recaídas (aproximadamente tres veces menos); menor incidencia de síntomas subumbrales interepisódicos y mejor funcionamiento psicosocial que aquéllos que fueron mantenidos en un rango de 0.4 a 0.6 meq/l." (3)
Los síntomas tóxicos del litio se experimentan con litemias de 1.5 meq/l, mientras que niveles por arriba de 2.0 se asocian con toxicidad de riesgo vital. Los pacientes de tercera edad presentarán síntomas tóxicos en niveles más bajos de litemia.
Efectos psicológicos y fisiológicos
Los efectos buscados mediante el litio serían los característicos de la eutimia, o sea, la estabilidad emocional de los usuarios. No obstante, para conseguir este resultado deseado, es necesario afrontar efectos secundarios indeseables, como pueden ser temblores de las manos y los dedos, aumento de la sed sensación frecuente de tener que orinar, episodios breves de náuseas o diarrea, sensación de debilidad o cansancio y en ocasiones, aumento o pérdida de peso. Efectos secundarios de dosis mayores pueden ser: diarrea o vómito que no cesa, somnolencia, debilidad muscular, temblores, arrastrar las palabras, vista borrosa, torpeza o inestabilidad, sensación de mareo o desvanecimiento, confusión, convulsiones o perder del conocimiento.
Aún dentro del rango terapéutico el 75% a 80% de los pacientes presentan alguna clase de efectos adversos. Numerosos efectos secundarios son dependientes de las dosis, y pueden manejarse con una reducción de la misma o un aumento más gradual. Si no remiten con la modificación de la dosis, algunos autores recomiendan el agregado de Beta Bloqueantes para el temblor; diuréticos para la poliuria (junto con una reducción de la dosis), una única toma nocturna para producir un solo pico y porque tendría un efecto lesivo sobre el riñón a largo plazo menor; preparaciones de liberación prolongada o administración con las comidas para las náuseas.
El Litio puede causar cambios en el EEG asociados con la repolarización (benignos) y, con menor frecuencia, a trastornos de conducción, agravamientos de arritmias o nuevas arritmias. El efecto adverso renal más frecuente es el deterioro de la capacidad de concentración de la orina debida a una disminución de la respuesta a la hormona antidiurética (ADH). Esto se manifiesta en poliuria, nocturia y polidipsia, a tal punto que la terapéutica con litio es la causa más frecuente de diabetes nefrogénica en la actualidad. Ante esta situación se aconseja primero disminuir la dosis de litio hasta alcanzar el mínimo de litemia efectivo, luego administrar una única dosis nocturna, y en tercer lugar, algunos autores recomiendan el uso de diuréticos.
También se han descripto casos de hipotiroidismo y síndrome nefróticos que revierten con la detección precoz y la suspensión definitiva de la droga.
Potencial de dependencia
No he encontrado datos específicos al respecto.
¿Qué hacer en caso de emergencia?
En caso de sobredosis, es necesario comunicarse de inmediato con el médico, con el centro de información de toxicología, o con la sala de urgencias del hospital más cercano.
Los efectos tóxicos del litio se evidencian al aumentar los niveles de litemia. Los síntomas de intoxicación temprana (litemia superior a 1.5 meq/l) incluyen: temblor, naúseas, diarrea, visión borrosa, vertigo, confusión y en algunos hiperreflexia. Con niveles superiores a 2.5 meq/l aparecerán complicaciones neurológicas más severas y eventualmente convulsiones, coma, arritmias cardíacas y muerte o daño neurológico permanente. La magnitud de la litemia y el tiempo de exposición a la misma se relacionan con el riesgo de desarrollar estos efectos. Por lo tanto se deben instaurar rápidas medidas para reducir los niveles plasmáticos de litio. En el paciente alerta se inducirá el vómito o se procederá al lavado gástrico para evitar que continúe la absorción de la droga. Se instrumentarán medidas de apoyo (ejemplo: mantenimiento del medio interno). En los casos de intoxicación severa se puede indicar hemodiálisis.
HECHOS INTERESANTES
Régimen legal actual
El litio está sujeto a control internacional. Pertenecen a la Lista IV, por lo que sólo pueden adquirirse bajo receta médica.
Creatividad y bipolaridad
A los 23 años, en 1833, trató de quitarse la vida. Siete años más tarde, vivió una de sus épocas más felices y creativas. En 1844, cayó de nuevo en la más profunda depresión. Cuatro años después, volvía a estar alto, es decir, en otra etapa de euforia. Y en 1854 trató de suicidarse otra vez tirándose al río Rin, aunque le rescataron. Entonces fue internado en un psiquiátrico donde murió dos años después de una inanición que él mismo se impuso. ¿Sabes de quién se trata? Del compositor Robert Schumann. Los altibajos de su vida describen muy bien la enfermedad maníaco-depresiva, más conocida como trastorno bipolar por el hecho de arrojar al individuo desde la genialidad hasta la apatía más absoluta.
Samuel Beckett, Scott Fitzgerald, Virginia Woolf, Ernest Hemingway y Lord Byron.
Todos ellos sufrieron un trastorno bipolar que a la Woolf y Hemingway les llevó al suicidio. Igual que a Kurt Cobain (vocalista de Nirvana), una de cuyas canciones más famosas lleva precisamente el título de "Lithium".
¿Más nombres? Edgar Allan Poe, Sylvia Plath, Vincent van Gogh, Cole Porter, Balzac, Isak Dinesen, Gustav Mahler, Haendel, Mary Shelley, Charly Parker, Holderlin, Gauguin, Rosseti, Jackson Pollock... Datos como estos han hecho pensar a muchos que la bipolaridad está asociada con la creatividad:
A finales del siglo pasado y principios de éste se hicieron una serie de estudios que demostraron que, efectivamente, era más frecuente entre artistas que entre la población general. Pero lo cierto es que, aún así, ni la mayoría de afectados por la enfermedad bipolar tiene la genialidad de Schumann o Pollack, ni todos los artistas tienen cambios bruscos de carácter y son bipolares. Lo único que se consigue al rodear esta patología de romanticismo y hacer generalizaciones es trivializar una enfermedad que provoca mucho sufrimiento y que en muchos casos acaba en suicidio.
El 60-80% de todos los adolescentes y adultos que cometen suicidio tiene una historia de enfermedad afectiva (tanto bipolar como depresión grave, también llamada unipolar). Y del total de pacientes con manía depresiva, el 15% se acaba quitando la vida (sin contar el número de intentos de suicidio fallidos). Algunos pacientes, sin embargo, según escribe el doctor Eduard Vieta, psiquiatra del Hospital Clínic de Barcelona aprovechan la enfermedad para desarrollar los matices de creatividad y liderazgo que comporta. Todo depende de la intensidad de la manía y de la depresión, los dos síntomas extremos de los pacientes. La depresión sumerge al paciente en la apatía absoluta y la manía puede volverle hiperactivo, insomne y, en ocasiones, tremendamente creativo. (7)
El caso de Michael Crawford
Michael Crawford es un joven bipolar que ha decidido explicar abiertamente en internet su enfermedad (Michael Crawford's Story: http://www.bipolarworld.net/Stories/micraw.html). Estudió física y astronomía, pinta, escribe cuentos, compone música y trabaja como programador de Macintosh. Estas son algunas de sus consideraciones:
Yo paso mucho tiempo sin poderme quitar de la cabeza la idea del suicidio. Esto es algo que todos los maníaco depresivos experimentan. [...] Pero hay una ironía en esta enfermedad. A menudo somos creativos e inteligentes. Cuando me deprimo me aburre todo lo que hago. Nada es interesante. Da la sensación de que no está ocurriendo nada a mi alrededor y cualquier pequeño obstáculo se me hace infranqueable y me llena de desesperación. Hago esfuerzos por mantenerme ocupado, y cuando miro atrás y veo todas las cosas que yo mismo he hecho en otro momento no puedo creérmelo.
Pero existe una diferencia entre sentirse creativo y serlo. Cuando estoy con hipomanía (manía moderada) me vuelvo muy imaginativo. Durante uno de esos periodos, inventé un nuevo método para comprimir imágenes gráficas de ordenador, y permanecía despierto todas las noches diseñando maneras para hacer que los ficheros fuesen todavía más pequeños. Me quedaba en vela creando complicados programas como un loco. En cambio, cuando entro en estado de manía más aguda, empiezo a pensar en verso. Esta es una de las formas por las que sé que entro en la fase de manía. Cuando estoy normal soy incapaz de componer una poesía, pero cuando estoy alto puedo hablar durante mucho rato en rima.
Se calcula que cerca del 1% de la población mundial es bipolar, lo que significa por ejemplo que en España hay unas 400.000 personas que sufren esta enfermedad. "Tú debes conocer a un centenar de personas. Y estoy seguro de que una o un par de ellas son bipolares", dice Michael.
Muchos de estos enfermos con frecuencia, y algunos otros no tan a menudo, estamos divorciados de la realidad. Lo que la gente no acierta a entender es que la realidad no es algo que nos suceda, sino algo que nosotros construimos. Y para recuperarse de una enfermedad como la manía depresiva uno debe aprender a construirse una realidad mejor y a agarrarse a ella aunque la fuerza de los propios sentimientos te empuje a volcarla.
Respecto del litio, Micheal dice que prefiere no tomarlo por sus efectos secundarios:
Hay algunas medicinas que ayudan para la manía depresiva. La primera droga descubierta para prevenir la manía fue el litio, simples sales de litio, como carbonato de litio o citrato de litio. Mucho después, (en los 80's) vinieron los anticonvulsionantes -targetol y depakote. El litio me hace sentir mareado todo el tiempo. Por varios años preferí no tomar nada; hasta que me vino un episodio gave de manía. Desde entonces he tomado depakote.
Para las depresiones hay antidepresivos. Hay muchos de ellos. Yo he hestado tomando elavil, ludiomil, wellbutrin, paxil e imipramina. No es fácil encontrar un buen antidepresivo, algunos no funcionan para determinadas personas, algunos funcionan demasiado bien, llevándolo a uno al extremo opuesto de la manía. Para manías graves, y para los síntomas psicóticos de alucinaciones y paranoia, hay los antipsicóticos. Yo he tomado haldol, prolixin, stelazina y risperdal. Los antipsicóticos pueden tener muy malos efectos secundarios como sedación, temblores y calambres. He tenido contracciones tan fuertes con haldol que todos mis músculos se inmovilizaron y tuve que ser llevado fuera del cuarto y me inyectaron cogentin. El risperdal, en mi opinión, es una droga milagrosa - me paró un episodio maniaco en sólo pocos días, y no me causó contracciones o sedación. Sólo tuve temblores en mis manos con él. Sólo estuvo disponible durante unos pocos años. Sin embargo, las medicinas no son completamente efectivas. Estar sano conlleva trabajo. (10)
¿Qué significa sufir un trastorno bipolar?
Pilar García García tiene 51 años y a los 38 fue diagnosticada como bipolar. Actualmente se encuentra eutímica, o sea, libre de síntomas graves, y actualmente ocupa la presidencia de la Asociación Bipolar de Madrid. Pilar trabaja fuera de casa y lleva una vida normal, lo cual le ha permitido alcanzar un buen grado de conocimiento de sí misma y del trastorno bipolar.
En febrero del 2003, Juan José Millás la entrevistó para la revista El País Semanal (16). Él cuenta que de entrada le sorprendió la calidad del pacto que Pilar había alcanzado con su enfermedad, de la que hablaba con cierta distancia irónica, con un suave humor que la ponía "a salvo de la autocompasión". Ambos pasaron juntos varias horas y un día lo llevó a la Asociación Bipolar de Madrid para que asistiera a una reunión de maníaco-depresivos que le resultó enormemente instructiva. Asegura Millás que:
A partir de ese momento se estableció un intercambio de experiencias que me sirvió, sobre todo, para advertir que conozco a más de dos y a más de tres enfermos bipolares sin diagnosticar: "Pero si esto es lo que le pasa a fulano", me decía una y otra vez escuchando los relatos que cada uno hacía de su vida. Anoté que muchos bipolares son clandestinos por miedo al rechazo social. En tales casos han de disfrazar las bajas laborales con enfermedades que no tienen. Se habló mucho sobre las ventajas y las desventajas de salir del armario, y me pareció comprobar que las personas que habían decidido hacer pública su enfermedad tenían menos desacuerdos consigo mismas y se encontraban en mejor disposición de combatirla. Las dificultades para compatibilizar enfermedad y vida laboral fue uno de los asuntos estrella de la reunión. La mayoría de estos enfermos luchan, en efecto, por llevar una vida normal, y lo cierto es que con el tratamiento adecuado, tal como afirman Eduard Vieta, Francesc Colom y Anabel Martínez-Arán, del hospital Clínico de la Universidad de Barcelona, en su libro ¿Qué es el trastorno bipolar? la evolución es generalmente buena. (11)
Pilar fue diagnosticada hasta los 38 años y antes de ello tuvo que convivir con unos síntomas que le producían extrañeza, pero que era incapaz de verbalizar. Millás terminó por trascribir el relato de su entrevistada tal cual, "porque cuenta magistralmente el proceso por el que uno conoce su enfermedad, la asume, pacta con ella, y consigue conquistar una vida normal, llena de momentos de incertidumbre, pero también de instantes de dicha". Lo que sigue a continuación, por tanto, es el relato de las experiencias de Pilar García García según sus propias palabras:
Yo, la infancia la tengo un poco borrada. Como a los siete años perdí un curso escolar porque estuve un año en la cama por un eritema nudoso. mi padre me compró una tele con la que me atiborraba de programas mientras mi madre me atiborraba de tocinillos de cielo, por eso salí gorda. En verano íbamos al pueblo de mi padre, que está en Valladolid, y nos pasábamos el día en la calle. Era la libertad porque en Madrid vivíamos en Diego de León y mi madre no nos dejaba salir por miedo a que nos ocurriera algo. Recuerdo los domingos, cuando nos metíamos en la cama de mis padres para oír un programa de radio que se llamaba Ruede la bolita.
Pilar García García, presidenta de la
Asociación Bipolar de Madrid
No sé qué más, tengo la infancia desaparecida. Sólo recuerdo los momentos ligados a algo afectivo. Creo que identifiqué los tocinillos de cielo, y la comida en general, con el afecto.
Mi madre iba a su bola. Dejó de trabajar cuando tuvo a mi hermano y yo creo que metió la pata porque lo pasó fatal. Era depresiva. A veces se encerraba en su habitación y toda la casa tenía que permanecer en silencio. No lo recuerdo con dolor. Sé que está ahí. Era la sensación constante de que pasaba algo. Mi padre estaba todo el día trabajando. No ponía un huevo en casa. Era comisario y trabajaba 24 horas seguidas a cambio de 48 de descanso. Durante el descanso trabajaba en una inmobiliaria. Recuerdo de él que nos levantaba de la cama y nos llevaba al colegio porque mi madre siempre fue incapaz de madrugar.
De la adolescencia recuerdo épocas en las que mi madre se empeñaba en llevarme al médico porque yo tenía rachas en las que era muy tumbona. Pero nunca me ocurrió nada. Los médicos me veían y decían que estaba bien. Salía y tenía amigos. Iba al colegio, aprobaba con notas muy normales y todo eso. Tenía una pandilla, pero toda esa etapa de la pandilla la recuerdo muy mal. Luego estudié veterinaria, fui progre. Entonces fue cuando me dio por viajar.
Una vez fui a Portugal con dos amigas en coche. Hubo algún problema porque yo soy muy mandona y no siempre nos poníamos de acuerdo. No era nada importante, pero todo aquello, recordándolo desde la conciencia actual de la enfermedad, creo que me causó algún disturbio. He tenido un grupo de amigos muy cerrado, donde todo era muy endogámico y que para mí ha resultado una experiencia patológica. Yo me he abierto cuando he empezado a estar mal.
En un viaje a Italia con dos amigas (estamos en 1978 o 1979, y nací en el 51) tuve una euforia, aunque yo no sabía entonces qué era una euforia. Lo he comprendido después. El caso es que me peleaba mucho y gastaba mucho dinero. Me dejaron por imposible. No fue una euforia fuerte, pero era un anuncio.
En el 79 u 80 estaba en Algete, trabajando de meritoria en un laboratorio de sanidad animal. Había más gente que había terminado Veterinaria y pasábamos por los distintos departamentos para aprender un poco de todo. En el verano me fui como mes y medio de vacaciones. Me voy con mi hermana y mi cuñado. Ahora sé que la familia es uno de los focos que despierta las crisis, pero entonces ni siquiera sabía que aquellas cosas eran crisis. Viajamos en coche, en un 1.800, y con tienda de campaña. Todo era pequeño: el coche, la tienda, aunque la tienda tenía como dos habitaciones. Empezamos el viaje muy bien: sur de Francia, Italia, Suiza. A veces llovía y se empapaba la tienda, pero yo lo recuerdo bien hasta que empezaron las discordias. Lo más probable es que yo comenzara a comprar desaforadamente, porque ése es uno de los síntomas de la euforia, y me dijeran algo, no sé. Empezaron las discordias. Cruzamos a Inglaterra, volvimos por Bretaña, estuvimos en París... No sé por qué hice aquello.
A la vuelta, yo me quedé en Santander, con unas amigas, y mi hermana y mi cuñado volvieron a Madrid. Ya había problema ahí, ya había algo. A los pocos días me metí en un coche-cama y regresé a Madrid. En Algete me peleé con el jefe y empecé a imaginar una granja experimental. No sé qué idea tenía de experimentación con animales. Había conseguido unas fotografías aéreas del pueblo de mi padre y me pasaba el día diseñando la granja. Fui a Barcelona, para hablar del asunto con el marido de una amiga que me dijo:
-Pero, chica, a dónde vas.
También fui a Galicia para investigar. A mi familia no le contaba nada, porque esos días estaba yo sola en el piso de mis padres. No había nadie. La granja de experimentación era una fabulación fantástica, me ocupaba todo el tiempo. A tomar por saco Algete y todo lo demás. Ya tenía la vida solucionada, no necesitaba nada, no necesitaba a nadie. Yo era la gestora y la administrativa y la técnica de aquel proyecto fabuloso. Estaríamos como en el mes de octubre.
Y entonces, de repente, de un día para otro, me vengo abajo. En la bajada no podía con mi alma, no podía ni ponerme el desayuno. Sentía que no había hecho nada bien en la vida. En la depresión te conviertes en la versión contraria de lo que eras en la euforia. Pasas de comerte el mundo a no ser capaz de ponerte el desayuno. Empecé a descubrir en mí cosas terribles: una sensación de soledad tremenda, una falta de relación con todo que...
En eso llegaron mis padres, que habían estado en Miami viendo a un familiar que vivía allí. Me acuerdo que trajeron una aspiradora y que no fui capaz de hacer nada con ella para montarla, aunque soy muy habilidosa. Mi madre se dio cuenta de que pasaba algo y mi padre también, pero les daba pánico reconocerlo porque en mi familia hay antecedentes de enfermedades mentales. Así que, aquí no pasa nada, me tenían todo el día en la calle, para que me animara. Tuve que dejar lo de Algete porque no podía con mi alma, y al final, no sé cómo, fui a un psiquiatra.
Recuerdo que era el 23-F del 81 por el modo en que me enteré del golpe de Estado. Estaba con el psiquiatra y le telefoneó una paciente. Cuando colgó me dijo:
-Huy, esta pobre dice que hay un golpe de Estado.
Al psiquiatra no le comenté nada de la euforia anterior a la depresión. A nosotros nos pasa que olvidamos todo. Cuando estamos en la depresión no nos acordamos de la euforia y cuando estamos en la euforia no nos acordamos de la depresión. Es muy difícil que salgan las cosas ordenadas. El caso es que me trató de depresión. Yo ya no salía de la cama. En la ducha me metía esporádicamente porque te abandonas por completo. Luego he sido más limpia en mis depresiones porque he ido aprendiendo. Le decía a mi madre:
-Mamá, lo único malo que no he hecho en la vida es matar a alguien, todo lo demás lo he hecho mal.
Y que no me llamara nadie. Las persianas bajadas, la puerta cerrada, no quería ver a nadie ni hablar con nadie. No me dieron litio. El litio es un estabilizador del estado de ánimo que los bipolares tenemos que tomar siempre. Pero es que no me trataron como a una bipolar. No estaba diagnosticada.
Salgo de la depresión sin diagnosticar, pero me planteo que algo pasa. Cuando estoy mejor, me voy a trabajar a la oficina de mi padre, a la inmobiliaria. Por lo menos estaba por las mañanas entretenida. Luego empecé a ir a la calle de Hortaleza, a un grupo de psicólogos, donde hago terapia de grupo y análisis de casos. Yo sabía que pasaba algo. Hice expresión corporal y más cosas, no sé, me divertían y me gustaban estos temas.
Empecé a salir. Mi padre, cuando empecé a salir y a llegar a las tantas, se empezó a mosquear. Entonces me fui a vivir sola al paseo de La Habana. Allí viví muy feliz. Estuve eutímica (sin crisis) siete años. La siguiente crisis fue cuando empezaron a hablar de operar a papá: los conflictos familiares otra vez como un foco perturbador. Me marché a La Coruña, a casa de una amiga. Luego pensé que lo hice porque me moría de miedo. El caso es que la nevera estaba vacía; no tiraba de mí, no tiraba de mí. Pasé por un par de psiquiatras, pero aguanté toda la depresión a pelo. No dejé de trabajar y así pasó la cosa. Mi padre aceptaba muy mal las depresiones. Lo habían operado del corazón y al año siguiente le operaron de cataratas. Fui a verlo y me dijo:
-No te preocupes, hija, que mientras yo esté aquí siempre tendrás unas manos que te arropen.
Las manos duraron un año.
Aquel año fue un trasiego con los ingresos de mi padre, todo el día de acá para allá. Fue un tiempo en el que no estaba muy mal y estaba muy ocupada. En abril se murió, y cuando se murió recuerdo que me fui a Málaga: otra huida, como cuando le operaron del corazón. En la playa lloraba, aunque soy muy mala para llorar. Estuve allí unos días, volví, y no sé qué pasó, pero volví y me revolucioné. Y creo que fue cuando me dio por la clarividencia. Le decía a la gente lo que le iba a pasar. La lucidez, en los estados de euforia, hasta que te pasas de rosca, es absoluta. Yo estaba sola, en mi casa del paseo de La Habana, y fue cuando me dio la ataxia, o sea, que no podía andar, que no podía andar. Antes de este problema, quería convocar a mi familia para decirles lo que les iba a pasar, porque veía clarísimo el futuro de cada uno, y no venían. Me dio la ataxia. Llamé para decir que no podía andar. Mi cuñado me tuvo que bajar a cuestas y nos fuimos a La Paz. Es que yo somatizo bastante, menos mal, porque, si no, estaría más loca. Me pusieron unas inyecciones y salí por mi pie.
Entonces le dije a mi hermano que, como no tenía padre, mi padre era él y me fui a su casa. Estaban todos muy sensibilizados, y este hermano me llevó a un psiquiatra que yo creo que me puso Modecate, que es una medicina que se administra a los esquizofrénicos, y me tumbó, además de hacerme polvo el estómago. Estaba todo el día tomando manzanilla.
Otra cosa que recuerdo de aquella época es que la televisión me hablaba. Recuerdo estar viendo una película y que se refería a mí. Ya estaba metida. Esta crisis fue muy gorda y no me internaron. Médicos y médicos y médicos, siempre con mi hermano.
Yo tenía una fuerza física tremenda. Si la manía no es demasiado alta, si es lo que llamamos una hipomanía, es estupenda porque no haces demasiadas locuras, aunque compras muchas cosas y todo eso. En la manía o euforia, hay mucha gente que entra en un concesionario de automóviles y sale con un Mercedes que no va a poder pagar. Depende de cada uno. Mi cuñada me aguantaba con mucha paciencia porque soy un poco meticona. Nos pusimos en el verano. Entonces yo recuerdo haber tirado todas las medicinas a la chimenea de la casa que tenemos en Eurovillas porque en casa de mi hermano estaba entretenida y me iba calmando.
Me fui calmando, me fui calmando y calculo que empezaría la depresión. Yo soy una bipolar de libro: tras la euforia, la depresión.
Voy de nuevo al psiquiatra y es en este momento cuando me diagnostican como bipolar. Tengo entonces 38 años. No recuerdo si recibo el diagnóstico con alivio o con pena porque dejo completamente la medicación.
Aquí hay un vacío. Vivía con mi madre. Estábamos en casa.
Entonces vienen a vivir con nosotros mi cuñado, mi hermana y mi sobrina porque van a hacer obra en su casa. Aquello me provocó una crisis, como siempre que hay movimientos familiares. Recuerdo que un día, ya debía de estar yo como una moto, mi hermana no me quería dejar las llaves del coche y me dio un bofetón. Me fui en taxi a casa de unos amigos que viven en Las Rozas. Esa noche empecé a dar tumbos contra las paredes. Llamaron a urgencias. Acabé en el hospital hablando con el psiquiatra y le convencí, porque en las euforias tenemos una capacidad de convicción increíble, de que no estaba mal. Le dije que había tenido una regresión, pero que podía controlarla.
El psiquiatra no me ingresa y al día siguiente fue cuando me dio por andar a cuatro patas y no hablar. Recuerdo a mi hermana llamando a una señora con la que había hecho macrobiótica -porque yo me he apuntado a la macrobiótica, al psicoanálisis, al yoga, a la terapia de grupo, a todo- para preguntarle qué podía hacer. Por la tarde fuimos al psiquiatra. Yo me quería ir a Nueva York. Cuando me pongo eufórica me da por decir tacos, fumo mucho, hablo durante horas por teléfono, no paro. Me ingresan, creo que me hicieron una cura de sueño. Estuve 13 días internada.
Vuelvo a casa y estoy unos días más o menos bien. Volví con Haloperidol, un neuroléptico que te baja un poco. Luego tengo un periodo que parece que no va a pasar nada y luego vino la depresión. No sé cuánto me duró. Te pones el chándal, cierras la puerta del dormitorio, bajas la persiana y te metes en la cama. No quieres llamar a nadie ni que nadie te llame. Vivir es un esfuerzo tan grande, tan grande...
Intento seguir una cronología, pero la medicación te rompe el tiempo.
Ya estamos en el 93. ¿Qué pasó en el 93? Porque ese año estuve en Japón, pero estuve muy bien... Ahora me acuerdo. Se cayó mi madre y se rompió la cadera y la muñeca. Estaba yo sola con ella en la casa de Eurovillas. Llamé a un vecino, la metimos en el coche y la llevamos a Campo Real. Iba en un puro grito. Yo, con una tensión tremenda. Ahí empezó todo. Yo ya me veía la movida: en casa sola, con ella, todo el día, cuidándola... Dije a la familia que no podía hacerme cargo y se la llevó una hermana mía. Recuerdo que después de operar a mi madre me había empezado a dar la lucidez característica de la euforia y pregunté al médico por qué no le ponían heparina [un anticoagulante]. En la euforia entiendes de todo.
Nos fuimos a la boda de un primo, a Valladolid. Yo estaba provocadora, hablando en voz alta y todo eso. Cuando volvimos de Valladolid, me puse fatal, con un dolor de ovarios (la somatización), y me ingresaron en Loreto. La última noche estuve todo el tiempo hablando por teléfono hasta que lo cortaron. Estaba disparada y apunté en un papel todo lo que íbamos a hacer en el futuro. Cuando me dieron el alta me fui a casa de mi hermana Margarita. Me di un baño de espuma, de sales, y de todo lo que encontré. En las situaciones de euforia te desinhibes completamente. Tuve una conversación con mi cuñado, que fue el que dio la voz de alarma, y al rato me dijeron que me tenían que llevar a San Miguel, que es un hospital psiquiátrico. Me recibió un médico que era muy guapo y le dije que me encontraba estupendamente. Me quedé esa noche, pero no me medicaron. Recuerdo que no fui capaz de encontrar la luz de la habitación y que estuve toda la noche incorporándome y recostándome mientras hacía un viaje hacia atrás en el que evocaba a todos los muertos de la familia. Mi cuñado se iba a Amsterdam al día siguiente y yo sabía que se iba a matar en un accidente de avión, pero conseguí ser Dios y evité el accidente. Por la mañana, cuando llegó el médico, le dije que era Dios y que no se preocupara porque ya lo había solucionado todo. Me medicaron y bajé. Estuve ingresada nueve días.
Luego, lo mismo de siempre: a casa, pasan unos días, y me da la depresión. No sé lo que me duraría, pero cada vez he ido llevando mejor las depresiones, no sólo por el litio, que no lo dejo, sino por el mayor conocimiento que he ido adquiriendo de mí misma.
Estábamos en el 93 y hurgo ya pasamos al 95 (en el 94, qué bien, nada). Yo normalmente me pido en el trabajo un mes de permiso sin sueldo al año. Fui a Colombia y Ecuador en un viaje organizado. Los viajes, junto con los conflictos familiares, son mi otro foco de conflicto, pero me gusta mucho viajar y viajo siempre que puedo. Marchó todo bien hasta Quito, donde me robaron, y aquello me alteró un poco. Pero continué el viaje hasta el final y, al poco de volver a Madrid, me fui a Israel. Creo que fueron quince o veinte días. Me había apuntado a ese viaje porque iba el grupo de yoga, pero no me gustó nada. Todo resultaba excesivamente religioso. En el viaje iban tres tíos con los que me entendí bien, sobre todo con uno. Eran policías, como mi padre. Siempre coincido con policías. Yo estaba muy lúcida, lo que es un claro aviso de euforia, y hablaba de libros y de todo. Discutí mucho con los organizadores (otro síntoma).
Empecé a comprar desaforadamente (más síntomas). Estaba medio enamorada del hombre éste que digo porque en las euforias siempre me enamoro. Comprábamos discos. Una noche, él se enrolló con la que compartía la habitación conmigo y yo me acosté con su amigo. En las euforias se produce también un aumento, a veces brutal, de la libido. Recuerdo que la noche última estábamos cenando y yo tenía delante un escaparate en el que había un traje de seda azul precioso.
Ése me lo compro yo -dije.
Me lo compré, nos fuimos a la discoteca y me ligué a dos jovencitos. Gracias a Dios, al salir había cogido unas cerillas del hotel con la dirección, porque se habían ido todos y yo no tenía ni idea de dónde estaba. Me los llevé al hotel, los duché y allí nos estuvimos hasta que me fui, al cabo de seis horas.
Cuando llegué a Madrid, escandalicé a todo el mundo con la historia. Entonces me fui a San Miguel y me interné voluntariamente. Unos veinte días. Fue mi última gran euforia.
Tuve otra más leve en Turquía, con una depresión también más leve. En Turquía tuve la euforia y en la India la depresión.
Yo creo que lo importante es darse cuenta de cuándo empieza y por qué empieza. Los desencadenantes.
Desde el 95 estoy eutímica, sin crisis graves. Casi siete años. Está muy bien. Desde luego, no dejo el litio nunca, y cuando me noto rara cambio el Orfidal por la Etumina, que es un neuroléptico. Tomo muy poco, un cuarto, que es casi como un placebo. En todo caso, yo soy de la teoría de que me ha ayudado mucho a estar bien el mayor conocimiento de mí misma. Esta enfermedad es sobre todo afectiva. En algún sitio he leído que se llama trastorno afectivo. También le doy mucha importancia al hecho de haber declarado mi enfermedad, lo que es un modo de reconocerla. Mucha gente la lleva de forma clandestina y a mí me parece que es peor. Trabajo en el Instituto Geográfico Nacional. Hago mapas. Soy personal laboral fijo. En las depresiones y en los internamientos me he tenido que dar de baja, pero no me siento criticada por mis compañeras. Ellas saben perfectamente lo que me pasa. En mi sala estamos cuatro mujeres, todas muy charlonas. Este trabajo surgió por el padre de una amiga mía que era topógrafo. Hice un curso de seis meses en el que se daba mucha importancia a la caligrafía porque entonces todo se hacía a mano. Pasaron unos cuantos años, ya había terminado la carrera y todo, cuando un día me llamaron del instituto.
Debo mucho también a la Asociación Bipolar de Madrid, de la que ahora soy la presidenta. Al principio nos reuníamos en el VIPS de Fuencarral, no teníamos ni sede. Cuando se produjo un cambio en la directiva, me presenté y salí. Llevo dos años y pico. Desde que tenemos esta sede se trabaja más. Nos reunimos los miércoles y los viernes. Los miércoles viene una psicóloga, Usúe Espinós, con la que se hacen grupos de autoayuda. Los viernes hablamos entre nosotros. También se atiende a familiares. La labor aquí es de información y asesoramiento. Yo siempre doy un margen de esperanza. Se puede vivir y convivir con esta enfermedad. Entre los bipolares hay un componente muy grande de gente infantil, poco madura. Somos muy vulnerables, muy sensibles, muy perfeccionistas.
Yo digo siempre que los factores ambientales son muy importantes. Hay gente que sabe que en verano le da la crisis. Dedico muchas energías a la asociación y me ha servido para valorarme como persona y para ayudar a la gente. Tiene una importancia capital que te diagnostiquen a tiempo y que des con un buen psiquiatra. El trastorno bipolar es una psicosis de la que siempre se vuelve".
La Asociación Bipolar de Madrid tiene su sede en la calle de Martínez Campos, 36, distrito postal 28010. Teléfono: 913 19 52 60. Miércoles y viernes, de 18.30 a 20.30 horas. Barcelona: 93 427 44 22. (16)
Eficacia del litio
De acurdo a Yamila Adams Villalón y Yanileydys Hernández Muñiz, los trastornos afectivos constituyen un amplio grupo de enfermedades caracterizadas por alteraciones del estado de ánimo y los objetivos del tratamiento terapéutico se centran en disminuir la frecuencia, severidad y consecuencias psicosociales de los episodios de manía y depresión, por lo que el tratamiento se desplaza a la prevención de las crisis.
Además del ácido valproico, como ya se ha mencionado, uno de los fármacos más empleados en este tratamiento es el carbonato de litio, es por eso que ambas estudiantes de psiquiatría se propusieros valorar la eficacia del tratamiento profiláctico con carbonato de litio en pacientes que sufren trastornos afectivos, atendidos en la clínica de Trastornos afectivos del Servicio de Psiquiatría del "Hospital 10 de octubre" en el periodo comprendido entre 1982 y 2001. Escogieron una muestra conformada con 16 pacientes que han llevado tratamiento sin interrupciones durante 18 años y encontraron lo siguiente:
El 62.50% de la muestra tuvo una respuesta satisfactoria al tratamiento donde la mejor evolución correspondió a los pacientes con diagnostico de trastornos afectivos en remisión. El total de crisis disminuyó considerablemente de 32 a 14 después de iniciado el tratamiento con carbonato de litio. El 68.75% de los pacientes alcanzaron cifras de litemia admisibles para el tratamiento de mantenimiento con dosis cada vez menores. Los efectos secundarios más frecuentes fueron la poliuria y la polidipsia presentes en 93% de los casos. El tratamiento profiláctico de los trastornos afectivos con carbonato de litio en nuestra muestra es de alta eficacia, pues disminuye la frecuencia, gravedad y duración de los episodios además de disminuir los costos por concepto de atención hospitalaria. (15)
Todavía no se ha encontrado un tratamiento totalmente efectivo que cure para siempre la enfermedad bipolar. Sin embargo se puede mantener a raya en la mayoría de los casos, con ayuda del litio, que es eficaz no sólamente en la fase aguda de manía sino, también, para el tratamiento a largo plazo. Sin embargo, como ya se ha visto, puede tener efectos secundarios indeseables y en dosis altas es tóxico, por lo que la administración ha de ser controlada rigurosamente por un profesional y los pacientes deben realizarse análisis periódicos para comprobar cuál es la concentración de esta sustancia en la sangre.
Psicoterapia y nutrición complementarias al uso de litio
Según Luis Fernando Crespo, psiquiatra y psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Internacional y experto en esta clase de patologías, durante las fases de manía o depresión, y dada la evidencia de disfunciones bioquímicas, es necesario el tratamiento farmacológico. Ahora bien, una vez superada la crisis, el tratamiento psicoanalítico constituye un remdio eficaz de consolidar el bienestar: "El psicoanálisis", añade, "no cura como un medicamento, pero permite al paciente comprenderse mejor, entender sus crisis y encontrarse a gusto dentro de su propia piel y en el mundo. En resumen, el tratamiento farmacológico y el psicoterapéutico deben ser complementarios, aunque todavía, por desgracia, hay quien los considera antagónicos." (11)
Por su parte, la nutrióloga Montserrat Astigarraga nos recuerda que en 1863, se detectó la presencia de litio en vegetales, y que en el siglo XX se determinó la presencia de este mineral en tejidos humanos, sobre todo en los órganos más importantes como el cerebro y todo el sistema nervioso, el hígado y glándulas suprarrenales. Más tarde se comprobó que el litio tiene una acción sobre el metabolismo de los neurotransmisores y actúa en el sistema nervioso, de tal forma que si los niveles del mismo se ven alterados, la persona puede caer en periodos de euforia e hiperactividad seguidos de fuertes depresiones, por lo que ella deduce que "a través de la dieta podemos garantizar una ingesta adecuada de litio y proporcionar un buen ánimo diario y por que no, un muy buen humor cada día":
Es importante el consumir alimentos que sean una buena fuente de litio, como:
* Cereales integrales (arroz, trigo y maíz)
* Leguminosas (frijoles, garbanzos, lentejas, habas y chícharos)
* Alfalfa (hojas y semillas)
* Germinados de cereales
* Vísceras de animales (riñón ó el hígado)
* Hortalizas (papas, los nabos, tomates, pimientos rojos y berros)
* Plantas aromáticas (romero, tomillo y jengibre) ·
* Frutas (fresas, frambuesas, moras y grosellas)
Obviamente, nadie asegura que consumiendo gran cantidad de estos alimentos ricos en litio se evite la psicosis maniaco-depresiva. La alteración en los niveles de litio no es la única causa de este desorden, pero una ingesta adecuada de este mineral seguramente ayudará a mantener nuestro equilibrio emocional. [...] Si se está consumiendo algún suplemento de litio, es importante no incrementar o disminuir las dosis por iniciativa propia, ya que puede traer efectos graves como intoxicación en caso de incrementar la dosis de este mineral, alterando al sistema nervioso y posiblemente llegando a coma. (1)
FUENTES DE CONSULTA ACERCA DE LAS DROGAS DE PSIQUIATRAS
1. Astigarraga, Montserrat: "¿Estás deprimido? Puede ser falta de litio", Portal UniversoEhttp://www.universoe.com/salud/articulo/nutricion/01_litio.shtml
2. Brailowski, Simón: Las sustancias de los sueños: neuropsicofarmacología, FCE-CONACYT, México, 1995
3. C. Álamo, F. López-Muñoz, E. Cuenca: "Contribución de los antidepresivos y reguladores del humor al conocimiento de las bases neurobiológicas de los trastornos afectivos", PSIQUIATRIA.COM - Vol. 2, No. 3, Septiembre 1998. http://www.psiquiatria.com/psiquiatria/vol2num3/art_7.htm
4. Diccionario de Especialidades Farmacéuticas, Edición no. 40, PLM, México, 1994
5. Goodman, Alfred et all: Goodman y Gilman. Las bases farmacológicas de la terapéutica, 8va. edición, Panamericana, Argentina, 1991
6. LITIO: http://um-jmh.org/HealthLibrary/meds_SP/SP_Lithium.html
7. López Blanco, Myriam "De la euforia a la tristeza", Salud y medicina, jueves, 10 de Julio de 1997, España: http://www.el-mundo.es/salud/Snumeros/97/S255/S255psiquiatria.html
8. Katzung, Bertram G.: Farmacología Básica y Clínica, Edición 3ra, Manual Moderno, México, 1987
9. Krupp, Marcus et all: Diagnóstico Clínico y Tratamiento, Manual Moderno, México, 1988
10. Michael Crawford's Story: http://www.bipolarworld.net/Stories/micraw.html
11. Millás, Juan José: "Enfermos de afecto", El País Semanal, no. 1378, domingo 23 de febrero de 2003
12. Moncrieff, Joanna: "Cuarenta Años de Tratamiento con Litio", Revista de Psiquiatría del Uruguay Vol. 62. No.1. Abril 1998: http://www.mednet.org.uy/spu/index.htm?http://www.mednet.org.uy/spu/revista/abr1998/10.htm
13. Toro Martínez, Esteban: "Tratamiento psiquiátrico del trastorno bipolar", Revista Ergentina de Clínica Neuropsiquiátrica, Año XI, vol. 9, Nº1, julio de 2000 http://www.alcmeon.com.ar/9/33/ToroMartinez.htm
14. Vieta, Eduard, Francesc Colom y Anabel Martínez-Arán: ¿Qué es el trastorno bipolar?, Barcelona, 2000.
15. Yamila Adams Villalón y Yanileydys Hernández Muñiz: "Tratamiento Profiláctico con Carbonato de Litio. Dieciocho Años de Experiencias." ISCM-H Facultad de Ciencias Médicas “10 de Octubre”:http://fcmfajardo.sld.cu/cev2002/trabajos/10_de_octubre/09litio/litio.htm